INFRAMUNDO Francisco Santibáñez
8-10 mayo 2015
DEL INFRAMUNDO AL TRIUNFO DE “PLATERO”
Jesús Pindado Uslé
Francisco Santibáñez, apartado con franciscana humildad en el pueblo cántabro de las afueras santanderinas de Monte (Cantabria) lleva cuatro años de silencio, pero pintando, liando sus cigarrillos y, bajo las nubes norteñas, con la proximidad de un par de jumentillos a los que da pan cada día.
Reentrañado el artista en su tierra. Pero sigue, mantiene su memoria impactada para siempre por sus experiencias externas, afrocubanas primero y después en África, en el más pobre continente y el segundo más poblado. Santibánez, estuvo, vivió y reaprendió a pintar en Johanesburgo y en Zambia. Ahora podría pintar alguna de las cabezas del polimórfico dios egipcio Horus, pero no está en el mimetismo fantástico del que ya ha explicado el filósofo milanés Ernesto Grassi que no hay solamente uno y referencial en Arte y Mito (Barcelona, 2012) sino “la capacidad de salvaguardar unitariamente los múltiples fenómenos originarios y las primeras experiencias del mundo humano”. No olvida nuestro pintor ese fundamento originario de esplendor y belleza a partir del soporte de tela en blanco custodio del color y la pureza de elementos primarios: Lienzo y óleo bajo su fabricación aparentemente simplista añadiendo el espesor de linaza a los pigmentos que alguna vez son excepciones que trascienden el negro para entrar en el rojo óxido.
No, no es realismo o darvinismo duro lo que Santibáñez pinta. Pese a las garras al cielo del ave que cae abatida. A pesar del hombrecillo que lleva otro incalificable pájaro en el pico. Ni es acusación social a insertar en la teoría de conflictos del hombre consigo mismo, con otros grupos y en sus interacciones. Pinta un “cosmos heterogéneo”, que no es tan caótico porque tiene el impulso compositivo de un orden artístico fundado en su experiencia y acaso en sus obsesiones, las que le hacen cultivar un mundo propio.
